Llegó el otoño
Les regalo dos poemas sobre el otoño:
Amanecer de otoño
Una larga
carretera
entre grises peñascales,
y alguna humilde pradera
donde pacen negros toros. Zarzas, malezas, jarales.
Está la tierra mojada
por las gotas del rocío,
y la alameda dorada,
hacia la curva del río.
Tras los montes de violeta
quebrado el primer albor:
entre grises peñascales,
y alguna humilde pradera
donde pacen negros toros. Zarzas, malezas, jarales.
Está la tierra mojada
por las gotas del rocío,
y la alameda dorada,
hacia la curva del río.
Tras los montes de violeta
quebrado el primer albor:
a la espalda la escopeta,
entre sus galgos agudos, caminando un cazador.
entre sus galgos agudos, caminando un cazador.
Antonio Machado
Mariposa de otoño
La mariposa volotea
y arde —con el sol— a veces.
Mancha
volante y llamarada,
ahora se queda parada sobre una hoja que la mece.
Me
decían: —No tienes nada.
No estás enfermo. Te parece.
Yo
tampoco decía nada.
Y pasó el tiempo de las mieses.
Hoy
una mano de congoja
llena de otoño el horizonte. Y hasta de mi alma caen hojas.
Me
decían: —No tienes nada.
No estás enfermo. Te parece.
Era
la hora de las espigas.
El sol, ahora, convalece.
Todo
se va en la vida, amigos.
Se va o perece.
Se
va la mano que te induce.
Se va o perece.
Se
va la rosa que desates.
También la boca que te bese.
El
agua, la sombra y el vaso.
Se va o perece.
Pasó
la hora de las espigas.
El sol, ahora, convalece.
Su
lengua tibia me rodea.
También me dice: —Te parece.
La
mariposa volotea,
revolotea, y desaparece. |
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Pablo Neruda
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