Más poemas de Elsa Bornemann

La rompecorazones

Cada chico de su grado
de ella está enamorado.

Cada cual, dele soñar
con que la va a conquistar.

Siembra —en su torno— esperanzas
que —después— ninguno alcanza.

Va despertando emociones
¡ay, la rompecorazones!

Pero a nadie le hace caso
y morimos a su paso...

(Porque —yo también— confieso
de esa coqueta estoy preso...

En vano mis ilusiones...
¡Ay, la rompecorazones!)

Por eso, por despechado,
por ser varón rechazado;

otro más en el montón,
en la cola, en la legión

de aspirantes, yo golpeo
la noche con mi deseo:

¡Castigo a la picarona!
¡Que se quede solterona!

Romance de la canoa y el río


Cuentan que era blanca 
y que amaba al río 
y que él la esperaba 
de tarde, a las cinco. 
Ella, una canoa, 
él, un verde río... 
Ella, de madera, 
él, de junco y brillo... 
Cuentan que se amaban 
tal como dos niños 
y que en cada cita 
espiaba un grillo. 
Ella, con sus brazos 
de remos antiguos 
—dulce— acariciaba 
su cara de vidrio. 
Y él, con sus labios 
de agua —muy tibios— 
toda la canoa 
besaba a las cinco. 
Cuentan que una tarde 
de color ladrillo 
la canoa blanca 
no vino... no vino... 
Loco de tristeza 
la llamaba el río: 
a toda la costa 
salpicó su grito... 
¡Ay!, que sin oírlo 
un pescadorcito 
la canoa blanca 
llevó hacia otro río. 
Cuentan que a las tardes, 
cuando dan las cinco, 
los labios del agua 
se ponen muy fríos: 
buscan la canoa... 
sus remos antiguos... 
La lloran los sauces 
y la extraña el grillo.





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