POESÍAS SOBRE EL INVIERNO


I

INVIERNO EN ALMAGRO


Son muchos los poetas que han dedicado textos a la estación de invierno. Cada uno de ellos nos comunica una forma particular de aproximarse a este tiempo. Algunos hablan de su melancolía, para otros, en cambio, el invierno es ante todo una forma de hablar de esperanza.

Hoy les presentamos algunos poemas escritos por grandes autores sobre esta estación del año.

En el poema de Antonio Machado "Sol de Invierno" un viejecito descubre como el cotidiano sol brilla como un milagro en días fríos. En el poema de Juan Ramón Jiménez "Canción de Invierno" se invoca a pájaros que anuncian la primavera con su canto.


HEMISFERIO NORTE
Canción de invierno

Cantan. Cantan.
¿Dónde cantan los pájaros que cantan?

Ha llovido. Aún las ramas
están sin hojas nuevas. Cantan. Cantan
los pájaros. ¿En dónde cantan
los pájaros que cantan?

No tengo pájaros en jaulas.
No hay niños que los vendan. Cantan.
El valle está muy lejos. Nada...

Yo no sé dónde cantan
los pájaros -cantan, cantan-
los pájaros que cantan.



Juan Ramón Jiménez

Las tardes de enero

Va cayendo la noche: La bruma
ha bajado a los montes el cielo:
Una lluvia menuda y monótona
humedece los árboles secos.
El rumor de sus gotas penetra
hasta el fondo sagrado del pecho,
donde el alma, dulcísima, esconde
su perfume de amor y recuerdos.
¡Cómo cae la bruma en el alma!
¡Qué tristeza de vagos misterios
en sus nieblas heladas esconden
esas tardes sin sol ni luceros!
En las tardes de rosas y brisas
los dolores se olvidan, riendo,
y las penas glaciales se ocultan
tras los ojos radiantes de fuego.
Cuando el frío desciende a la tierra,
inundando las frentes de invierno,
se reflejan las almas marchitas
a través de los pálidos cuerpos.
Y hay un algo de pena insondable
en los ojos sin lumbre del cielo,
y las largas miradas se pierden
en la nada sin fe de los sueños.
La nostalgia, tristísima, arroja
en las almas su amargo silencio,
Y los niños se duermen soñando
con ladrones y lobos hambrientos. 

Los jardines se mueren de frío;
en sus largos caminos desiertos
no hay rosales cubiertos de rosas,
no hay sonrisas, suspiros ni besos.
¡Como cae la bruma en el alma
perfumada de amor y recuerdos!
¡Cuántas almas se van de la vida
estas tardes sin sol ni luceros!


 Juan Ramón Jiménez




Sol de invierno

Es mediodía. Un parque. 
Invierno. Blancas sendas; 
simétricos montículos 
y ramas esqueléticas. 
Bajo el invernadero, 
naranjos en maceta, 
y en su tonel, pintado 
de verde, la palmera. 
Un viejecillo dice, 
para su capa vieja: 
«¡El sol, esta hermosura 
de sol!...» Los niños juegan. 
El agua de la fuente 
resbala, corre y sueña 
lamiendo, casi muda, 
la verdinosa piedra.

Antonio Machado



HEMISFERIO SUR

Jardín de invierno


Llega el invierno. Espléndido dictado 
me dan las lentas hojas 
vestidas de silencio y amarillo. 

Soy un libro de nieve, 
una espaciosa mano, una pradera, 
un círculo que espera, 
pertenezco a la tierra y a su invierno. 

Creció el rumor del mundo en el follaje, 
ardió después el trigo constelado 
por flores rojas como quemaduras, 
luego llegó el otoño a establecer 
la escritura del vino: 
todo pasó, fue cielo pasajero 
la copa del estío, 
y se apagó la nube navegante. 

Yo esperé en el balcón tan enlutado, 
como ayer con las yedras de mi infancia, 
que la tierra extendiera 
sus alas en mi amor deshabitado. 


Yo supe que la rosa caería 
y el hueso del durazno transitorio 
volvería a dormir y a germinar: 
y me embriagué con la copa del aire 
hasta que todo el mar se hizo nocturno 
y el arrebol se convirtió en ceniza. 

La tierra vive ahora 
tranquilizando su interrogatorio, 
extendida la piel de su silencio. 

Yo vuelvo a ser ahora 
el taciturno que llegó de lejos 
envuelto en lluvia fría y en campanas: 
debo a la muerte pura de la tierra 
la voluntad de mis germinaciones.

                                                                                                             Pablo Neruda



 Una mía

INVIERNO

En las veredas azules
los árboles muestran
sus ramas esqueléticas.

La blanca brisa gélida
toca los rostros escondidos
entre bufandas negras.

Un niño corre y sueña…
Las quietas calles
se congelan
al igual que mi manos
y mi alma serena.

Nubes azuladas
amenazan una tormenta
que no llega.

El paisaje
muestra su viejo traje
y sus eternas penas.

Un vagabundo se esconde
y duerme su siesta…

Los colores del día
se apagan
para que regrese
la noche,
sin estrellas…

Rafael García de “Puntos Brillantes en el Cielo Azul”









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