Poesías.

A través de la poesía emprendemos viajes imaginarios que nos llevan a conocer tierras extrañas, otras culturas, paisajes fascinantes…Con frecuencia esos viajes son interiores y nos descubren la naturaleza de los sentimientos humanos. Del mismo modo que la rosa de los vientos señala todos los rumbos, la poesía nos muestra todas las facetas de la experiencia humana.

Rimas

¿Qué es poesía?, dices, mientras clavas
en mi pupila tu pupila azul,
¡Qué es poesía! ¿Y tú me lo preguntas?
Poesía... eres tú.

Por una mirada, un mundo; 
por una sonrisa, un cielo; 
por un beso... ¡Yo no sé 
qué te diera por un beso!

Dices que tienes corazón, y sólo 
lo dices porque sientes sus latidos. 
Eso no es corazón...; es una máquina, 
que, al compás que se mueve, hace ruido.

Gustavo Adolfo Bécquer


Soleares, seguidillas y otras coplas

Cuando a tu cara me acerco,
las palabras, en la boca,
se me convierten en besos.

Cuando me miras, me matas...

Y si no me miras, más.
Son puñales que me clavas
y los vuelves a sacar.

Cuéntame tus penas,
te diré las mías...
Verás cómo al rato de que estemos juntos
todas se te olvidan.

El cariño y la salud
en un punto se parecen.
Nadie sabe lo que valen
hasta después que se pierden.

Manuel Machado 

Romance del Duero

Río Duero, río Duero,
nadie a acompañarte baja;
nadie se detiene a oír
tu eterna estrofa de agua.

Indiferente o cobarde,
la ciudad vuelve la espalda.
No quiere ver en tu espejo
su muralla desdentada.

Tú, viejo Duero, sonríes
entre tus barbas de plata,
moliendo con tus romances
las cosechas mal logradas.

Y entre los santos de piedra
y los álamos de magia
pasas llevando en tus ondas
palabras de amor, palabras.

Quién pudiera como tú,
a la vez quieto y en marcha,
cantar siempre el mismo verso
pero con distinta agua.

Río Duero, río Duero,
nadie a estar contigo baja,
ya nadie quiere atender
tu eterna estrofa olvidada,

sino los enamorados
que preguntan por sus almas
y siembran en tus espumas
palabras de amor, palabras
.

Gerardo Diego


Iba tocando mi flauta
a lo largo de la orilla;
y la orilla era un reguero
de amarillas margaritas.

El campo cristaleaba
tras el temblor de la brisa;
para escucharme mejor
el agua se detenía.

Notas van y notas vienen,
la tarde fragante y lírica
iba, a compás de mi música,
dorando sus fantasías,

y a mi alrededor volaba,
en el agua y en la brisa,
un enjambre doble de
mariposas amarillas.

La ladera era de miel,
de oro encendido la viña,
de oro vago el raso leve
del jaral de flores níveas;

allá donde el claro arroyo
da en el río, se entreabría
un ocaso de esplendores
sobre el agua vespertina...

Mi flauta con sol lloraba
a lo largo de la orilla;
atrás quedaba un reguero
de amarillas margaritas...

Juan Ramón Jiménez




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